He aquí uno de mis recuerdos navideños favoritos:

Nuestro hijo mayor, Shayne, llevaba pidiendo un perro desde que pudo hablar. Siempre le decíamos «cuando tengas 10 años». Al cabo de unos años dejó de preguntar. Y entonces, años después, cuando ya habíamos asumido que lo había olvidado por completo, cumplió 10 años. Y entonces, como si acabáramos de tener la conversación ayer y no 6 años antes dice «así que ahora puedo tener un perro, ¿no?».

Mi mujer y yo decidimos darle una sorpresa en Navidad junto con nuestros otros dos hijos, Jakob y Claire (de 6 y 3 años en aquel momento). Cuando Shayne salió de su habitación (¡bastante antes del amanecer!) el día de Navidad, fue recibido por Norbert, una bola peluda de energía que inmediatamente intentó lamerle la cara. Shayne jugó y luchó con nuestro pequeño cachorro beagle durante unos diez minutos antes de mirarnos y preguntarnos «entonces, ¿de quién es este cachorro?». Shayne, que nunca ha sido una persona madrugadora, al parecer no se había dado cuenta de que era el nuevo miembro de nuestra familia. Cuatro años después, Norbert aún sigue a Shayne a todas partes.